Hay una montaña nevada
cercana a ese mar y ese cielo,
con cuyo azul se engalana
desde su cima hasta el suelo.
Hoy
unas nubes la coronan
y otras, como bufanda, la ciñen
encubriendo su belleza
con pudor y con presteza
pues temen que se la quiten.
Y
en esa blancura de alba
que muestra tanta belleza,
entre pinos coronados
y entre carrascas en fiesta,
oigo el piar del jilguero
y se me va la tristeza.
Veo
correr a la liebre
que va buscando su hierba.
La perdiz en corto vuelo,
sobre la nieve aterriza.
Yo,
desde mi atalaya,
con el corazón encogido,
admiro tanta belleza
dando mil gracias al cielo.
Muy bien.
ResponderEliminarSiempre tan generoso, amigo Paco
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