La luna que al cielo brilla
ilumina al caminante
y al enamorado que arrulla
-con su pasión por delante-
aquélla dulce doncella.
¡ La más dulce, la más bella !
cuyo amor ha conseguido,
tras haberlo perseguido,
como el cazador la presa.
Y
ahora, prisionero,
con la luna por delante,
como hombre, como amante,
con su amor por carcelero
-en perpetua condena-
quiere purgar esa pena
que ha de pagar primero.
Y,
si al fin purga su pena,
del todo con amor pagada,
será una pena de amor.
¡ Eso ni es pena ni es nada !
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