Era
la pluma en mi mano
un torrente azul que manaba
y en su curso impetuoso
contra nada se arredraba.
Se
atrevió contra montes y valles
y en las flores y jardines
encontró a los querubines
que le arrancaron sus males.
Vivió
a caballo del viento,
fué navegante en los mares
y en los ríos contemplaba
como la luna asomaba
entre peces y ramajes.
Atisbó ese hechizo de luna,
blanca y refugio de amantes,
testigo del primer sí
y de vagas promesas distantes.
Fue
del aire prisionera
y de las tormentas esclava.
Atendió a cualquier nombre
y a ninguno contestaba.
Era
ella, la pluma,
prisionera de mi mano,
como yo era prisionero
de ese algo carcelero
que dentro todos llevamos.
Por
ella pude decir,
ahora que viene a cuento,
cuáles son mis sentimientos
y que nunca compartí.
Así
es como la pluma,
el alba arañando
de mi mano asida,
veló ayer por tu sueño
y así lo hará mientras viva.
Y
el día que postrero adiós
con mi pluma te dedique,
bien sabrás que es mi adiós
y en el cielo quiero verte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario