Suena al fondo una saeta
entre apagados tambores.
Detiene el paso su marcha,
entre el silencio y las luces.
Canta el cantor en su
cante
la pena que le acongoja,
por ese Cristo yacente
aunque a muchos nada importa.
Hay, en su ¡ay !
dolorido
un temor, en lo más hondo,
de ver levantada otra cruz
y al Cristo otra vez padeciendo.
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