Las flores muertas que
hieden
sobre las tumbas dormidas,
se limitan a enseñar
cuan poco vale la vida.
Hay una flor amarilla
que reniega a su destino.
La llaman la siempreviva
y destaca sobre el resto.
Más, siendo su fin
aparente
el durar más que ninguna,
no es su aroma diferente
a otras que hieden, ya muertas.
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