Iba a
comprar tu regalo
y con un pobre tropecé.
Algo había en su rostro,
algo había. Yo lo sé
Quizá
fuera su mirada
o su tristeza, tal vez.
O era el amor con que besaba
a aquel niño que lloraba,
quizá de hambre o de sed.
El caso
es que tu regalo,
para el que esos “duros” guardé,
en la tienda está, dormido,
y no sé si allí volveré;
porque, al doblar la esquina,
con un pobre tropecé
al que entregué mi dinero.
El de tu regalo, también.
(diciembre 1993)
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