Dicen
que la cosecha
salida de nuestras manos,
con nuestros sudores regada,
¡no vale nada!
Y yo
digo que mienten;
que allí dejé yo mi sangre,
que hice públicas mis llagas
y, ahora, ¡nada!
Que
digan a mis oídos
cuánto vale en el mercado
ese esfuerzo mal pagado.
¿que nada vale?
Si nada
valen mis frutos,
regados con esta sangre,
arados en mis terruños
con manos, uñas, con dientes…
ya no soy labrador
ni quiero que lo sea mi gente.
(Diciembre 1983)
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