Caminaba.
Caminaba
junto a la orilla del río.
Las zarzas se me enredaban,
los rayos del Sol, tan tibios,
acariciaban mi espalda
haciendo más grato el camino.
Cerca,
muy cerca de la orilla,
en la corriente mecidos,
los gansos sus alas batían
y picoteaban el limo.
La
brisa despeinaba los chopos;
sus hojas, haciendo equilibrios
planeaban hacia el suelo
buscando un lugar tranquilo.
Yo,
miraba hacia el cielo
queriendo encontrarme a mí mismo,
la paz que cuesta tan poco,
la serenidad, el dominio
que, a veces, tanto me falta
y tanto se enfrenta conmigo.
¡Mirad,
mirad a mi niño!.
Cuidad que no se despierte.
¡Es tan bello, dormido!
Cuando sus ojos se abren
lucen con tanto brillo
que las estrellas se esconden.
Me
mira y me mira. ¡Abuelo!,
suena su voz al instante
y yo, en sus ojos me miro.
¡Con eso tengo bastante!
Quisiera que la Navidad
se celebrara todo el año,
haciéndose realidad
que todos somos hermanos.
Quisiera
que la Verdad
y el Amor que proclamamos
nunca fueran novedad
ni eslogan publicitario.
Quisiera
que la Razón
fuera suficiente motivo
para amar de corazón
y perdonar al enemigo.
Quisiera
tener para siempre
tendida la mano al amigo
y para quien así no me quiera
que lleve la Paz consigo.
Te
extraño cuando estás.
Cuando no estás, me pasa
que te busco por los rincones,
hasta los más hondos del alma,
pues quiero volver a tenerte
y que, entre mis brazos, caigas.
Sufro
porque te tengo,
pero no sé hasta cuando,
porque me engaña el tiempo
que, transcurriendo tan rápido,
acorta junto a ti las horas
y hace, sin ti, los días más largos.
Será,
quizá, por esa razón
que
nunca llevo relojes.
Porque al son del tictac
siento que mi corazón se encoje.
Sus manecillas son dardos
que nada, del amor, conocen.
Aunque
el cielo esté nublado
y sean sus nubes negras,
si te tengo a mi lado,
o te encuentras muy cerca,
el día me parecerá más claro
por muy oscuro que sea.
Es
un amanecer tu sonrisa,
que me llena de esperanza,
que me parece que invita,
con serenidad y calma
a afrontar el nuevo día
sin temores ni desganas.
Procuro
aportar el calor
del amor que te profeso.
Quisiera, también, ser mejor;
aunque, también, te confieso
que siento, a veces, dolor
por no saber cómo hacerlo.
Más,
si querer es poder,
claro está que, poder, puedo.
¿Será, tal vez, que el querer,
de tanto amor que te tengo
solo me puede valer
para decir que te quiero?
Siento
que la vida me redime;
que el amor rompe mis cadenas.
Aspiro la brisa, me siento libre
y al aire arrojo todas mis penas,
pues nunca, ya, he de rendirme
ni nadie imponerme condena.
He
de mirar hacia el frente,
volviendo hacia atrás la mirada,
tan solo para tener presente
que todo en la vida se acaba
y solo el amor permanece,
haciendo que sea más grata.
Los
silencios he de borrar
expresando mis temores;
en mi corazón he de guardar
el mejor de mis amores,
que un día pude encontrar
y se entregó sin condiciones.
Tan
solo dejaré las palabras
como postre de los besos;
después de beber las caricias;
tras esos besos tan densos
que el alma se tiende, rendida,
hasta encontrar dulce sueños.
¿Qué
es el amor
sino quimera?
Pues amor es entrega.
Amor es darlo todo
aunque nada dar
el otro quiera.
Más,
siendo quimera
el amor
y, siendo el odio condena,
¿por qué se muere de amor
y consume el alma de pena?.
¡Ay,
amor, que me consumes!
Amor, que aunque no quiera
ignorándome me hieres
y me maltratas sin tregua.
¿Cuál
es mi pecado, amor?
Pues mi renuncia es sincera,
no me hagas sentir el dolor,
no dejes que-de pena-muera.
Quiero que seas, alma, refugio
de los amores que tengo.
Ella debe saber
que, cuando a sus brazos llego
solo por su amor estoy.
Que, cuando la puerta cierro,
es mi casa ése guardián
que resiste cualquier cerco.
No
me pidas que renuncie
a publicar mis amores;
quiero que sean mis besos,
mis arrullos, esas flores
que hace bello el jardín,
llenándolo de colores.
Quiero
ser como la abeja
y llenarme de su polen
cuando sus labios, los míos,
se encuentren en los rincones.
Cuando, paseando del brazo
revivan en mí las pasiones
que el tiempo, los años,
ni han apagado ni pueden.
Dos
copas, un brindis
y nuestros labios se unieron
celebrando en el amor
la Navidad, el invierno,
las duras jornadas pasadas,
los días duros e inciertos.
Aquéllos
que ya pasaron
para hundirse en el tiempo,
cuando los días aciagos,
los males y los lamentos
de empeñaban, ocultando
el amor, tan dulce y tierno.
Ya
nunca al pasado volvimos.
Nada de dolor y tormento.
Cada día , el sol que nace,
las nubes, la lluvia y el viento
y el resurgir de la vida
tras el invierno, tan cruento.
Como
la primavera florida
engalana bancales y huertos.
Como la lluvia temprana
revive los campos yermos,
como el rocío engalana
los campos, antes desiertos.
A
veces, con el alba despierto
y busco, entre las sombras,
tus labios, tu aliento.
Unas
veces suspiras;
otras, es tan grande el silencio
que tan solo escucho
mi corazón latiendo.
Entonces,
mi sueño se evade
y, despierto, yo sueño.
Siempre sucede
que no soy dueño
de mis pensamientos.
Evoco
el amor;
ese mar en calma
que llena hasta el fondo
cada rincón del alma.
Y, en cada rincón,
oculto, pero no escondido,
recobro el tesoro
que nunca he perdido.
EL CIELO
Aunque
el cielo esté nublado
y sean sus nubes negras,
si te tengo a mi lado,
o te encuentras muy cerca,
el día me parecerá más claro
por muy oscuro que sea.
Es
un amanecer tu sonrisa,
que me llena de esperanza,
que me parece que invita,
con serenidad y calma
a afrontar el nuevo día
sin temores ni desganas.
Procuro
aportar el calor
del amor que te profeso.
Quisiera, también, ser mejor;
aunque, también, te confieso
que siento, a veces, dolor
por no saber cómo hacerlo.
Más,
si querer es poder,
claro está que, poder, puedo.
¿Será, tal vez, que el querer,
de tanto amor que te tengo
solo me puede valer
para decir que te quiero?