viernes, 20 de julio de 2018

QUIJOTE POR UN DÍA




Fui Quijote en La Mancha,
en un pueblo que bien recuerdo.
Vacía estaba la albarda
y mi Rocinante hambriento.

Mi Dulcinea  esperaba
cerca, con el corazón presto
y allí se me entregaba
mi amada con dulce gesto.

Aparté mi adarga enseguida,
me despojé de la coraza muy diestro
a la par que respondía
con los lances que sabía
ella aceptaría al momento.

Así fui Quijote por un día.
A veces, lo sigo siendo
y defiendo a mi amada
con la fiereza y osadía
que reclama cada intento.

Nunca mis lances son de sangre
ni mis gigantes molinos de viento
que me acosan o lastiman,
pero  nunca me intimidan
aunque sean muy violentos.

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