Dejadme descansar en la mar,
pero dejadme sin prisa,
que la mar me ha de llevar
a galope de la brisa.
Dejad que las olas
me arrullen,
que me corone su espuma
mientras me sumerjo en sus aguas
en pos de una nueva vida.
Y, si queréis ser mi escolta,
que una lágrima furtiva
se venga conmigo a la mar
para hacerme compañía.
Volved un día a la
playa,
donde las olas baten la orilla.
Castillos de arena y sal,
algas que están dormidas
entre sueños os dirán
lo bella que fue mi vida.
Que no acabó en un
momento
ni fue un tormento vivirla;
que me fui sin un lamento
por disfrutar, por sentirla,
por ese amor que fue nuestro.
Fuente de gozo y de dicha.
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