Dios está en la
Madre Tierra
y en las florecillas del campo;
también recorre el camino
que nos lleva al camposanto
donde reposan los cuerpos
cuando la vida dejamos.
Dios está siempre
cercano;
también junto a aquel enemigo
a quien nada yo demando
sino la paz, el abrigo
de un abrazo apretado,
lejos del odio y del miedo,
sintiéndole como hermano.
Dios renace con el
día
como la flor en primavera;
nos llena Dios de esperanza,
de eso que es hoy quimera,
pues nadie cree si no ve,
nadie su amor entrega;
nadie tiene otra fe
que el poder y la riqueza.
Dios me espera
cada día;
su puerta siempre está abierta.
A veces, a ella me asomo,
otras quisiera no verla
por no sentir su mirada,
por no escuchar su respuesta,
por no saber de su amor,
por no llorar mi vergüenza
por no responder al hermano
con mi mano siempre abierta.
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