miércoles, 26 de junio de 2019

LA COMPRA




                    


            Cuando entré al supermercado

tuve una gran alegría.

Los precios habían bajado,

la calidad mejorado

y, de todo lo que necesité, había.



            Y vi, además, ya les cuento,

que hasta tuve aparcamiento;

que tan solo en un momento

llené el carro de alimentos

¿no resultó portentoso el día?



            Más aún; fueron amables

en el trato, diligentes

y, hasta-diría-

que, desde el primer momento

en aquél establecimiento

supieron lo que quería.



            Sólo encontré un fallo,

pues quise comprar rodaballo

más, fresco , no lo tenían.

Sus ojos estaban muertos,

secos como los de un tuerto

y creo que-hasta-olía.            


            Así, que cambié de menú

y compré los complementos

para hacer un suculento

plato de arroz con lentejas

que, ya se sabe, las tomas

o, si no quieres, las dejas.



            Para el postre yo pensaba

en una tarta ,de fresa

tal vez nata o chocolate

más, me llevé la sorpresa

al ver ,en la etiqueta impresa,

su caro precio ¡un dislate!



            Volví la mirada al estante

en que estaban las cerezas

y me llevé otra sorpresa

de lo más acongojante,

pues con toda mi cartera

mi dinero apenas era,

para pagarlas, bastante.



            Rota la impresión primera,

tornose en disgusto la alegría.

Salí de allí con la cartera vacía

y, lo que es más importante,

mi compra hasta daba pena,

pues sólo una berenjena

tenía para comer; la cena

era un pequeño tomate

y, para desayunar, tenía

un mendrugo que parecía

un trozo de papel secante.

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