¡Qué no diera
por tus ojos!
Por esos ojos que tienes,
que las esmeraldas envidian
y, hasta el cielo azul pretende.
¿Y por esos labios
tan rojos
que color de grana tienen
y esos besos, dulces besos
que mi corazón estremecen?
¿Y esos cabellos
castaños
que mis dedos entrelazan,
mientras te abrazo y te siento
unida a mí hasta en el alma?
¿Y esas palabras
gozosas
con que a mis requiebros respondes.
Por ese amor que me entregas
cuando nuestros cuerpos se funden?
Por eso, cuando en mis brazos te tengo
y tus labios, tus cabellos
y tus ojos ya son míos;
cuando mi alma y la tuya
unidas en albedrío
vibran hasta alcanzar
el éxtasis, yo me redimo.
Olvido mis viejas culpas
y al cielo llego contigo.
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