Las
doradas hojas
recorren la calle
al ritmo del viento
que ciñe su talle.
Mientras,
el árbol, desnudo
fuerzas recupera
bajo el seguro abrigo
que el tronco le presta.
La
lluvia, a veces suave,
a veces molesta
va formando charcos, regueras.
Las hojas se aprestan
por ser las primeras
en llegar a meta.
Emprenden
regata
sin prisa, sin meta
y surcando las aguas
escriben su esquela.
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