viernes, 13 de abril de 2018

LA PLAZA DE GABRIEL MIRÓ




         La dama,
alegre y desenvuelta,
vierte sobre el fauno
su cristalina agua.
         Éste, entre remolón y enojado
protege su cuerpo
de la tibia caricia.
         Cerca, entre los balcones,
desde ficus y palmeras,
el gorjeo jocoso de las palomas
acompaña el escarceo amoroso
que presta su encanto
al apacible rincón de esta plaza.
         Es increíble;
ni la molicie,
ni el urbanismo,
ni la banca,
han conseguido abatir
el último bastión
de paz urbana

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