Cristo murió un día
en que las nubes hablaban,
el cielo se ensombrecía
y sólo los hombres callaban.
Rotas las fuerzas del cielo,
en lágrimas se desgranaban,
mientras soldados romanos
una roja capa sorteaban.
Cristo, entre dos ladrones,
su destino terminaba.
Uno de aquéllos hombres
su perdón solicitaba.
Abajo, entre los charcos,
por el barro salpicada,
María su dulce madre
al cielo sus manos alzaba.
Roto su corazón, dolido
por su hijo bien amado,
lágrimas que no cesaban
su tierno rostro han cruzado.
La lluvia, que no paraba,
mezclándose con el barro,
a duras penas mojaba
aquéllos pies tan delicados.
María la dulce madre,
por el dolor destrozada
nos canjeó por amor,
por el hijo que perdía.
Y el cielo, desconsolado,
con sus truenos reventaba.
Mientras, abajo, los hombres,
con verguenza se ocultaban.
(1994)
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