Arrastrada por los
suelos,
cautiva de nadie y de nada,
a mi suela te pegaste
y allí quedaste atrapada.
Quise apartarte
con brío.
Mis pies, hasta coces te daban.
tú, como lapa en la roca,
ni por esas te soltabas.
Al fin encontré tu
fosa,
en una charca, en la arena
y restregando con fuerza
te solté, a mi manera.
Luego, en llegando
a mi casa
desterrado fui al pasillo
hasta lavar mi zapato
y dar a su suela brillo.
Aquí se acabó tu
historia
¡vil excremento!¡bastardo!
tratado como si fueras un paria
por cualquier pie bien criado.
Ahora, ve y dile a
tu amo,
el que tanto mima a tu perro,
que te tome con su mano,
que sea su amor tan tierno
que te atesore en su casa
y, por mí, ¡que se vaya al infierno!
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