Enciendo cada día dos velas.
Una se apaga,
la otra tiembla y vacila
mas se resiste.
Yo, muero de amor,
pues es mi pena
ver que tú mueres
por redimirme.
Y, es que la carne
es débil
como tú sabes.
Aunque encienda dos velas
(una para ti,
otra para el diablo)
espero no olvides
-quizá debieras-
que, desde mi corazón, te hablo
como alma en pena.
Si setenta veces
siete
son incontables,
si tu amor redime
a los mortales,
si tan sólo por amar
vale la vida
no empieces mi cuenta
por si te olvidas
que mis pecados,
aún siendo graves,
es por debilidad,
como bien sabes.
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