Atado
estoy a la vida
como a un banco de galera;
remo siguiendo el destino
y el destino ¿a dónde me lleva?
Soy,
tan sólo, peregrino
con una mochila pequeña
en la que apenas cabe
la poca fe que le queda.
Y así sigo en el camino
en pos de esa fe que no llega,
que abra a la vida mis ojos
ahora anegados de pena.
Atado
como estoy a la vida,
llena también de quimeras,
elevo mi plegaria a los cielos
mas, no sé rezar, ¡qué pena
que ponga tan poco celo
en la otra vida, la eterna!
Clavo
mis pies en el suelo,
marcan un camino que lleva
lejos, lejos de la esperanza
que antes veía tan cerca.
Quisiera
aprender a rezar,
a sentir más cerca el cielo
a sentir que mis anhelos
se cumplieran y gozar
por un momento
a más del amor que ya siento,
de la paz que voy buscando
y tanto me cuesta encontrar.
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