¿Qué
quieres, que yo más quiera
sino tu querer, que persigo?
Que guardo a buena cuenta
lejos de ladrones y furtivos
que, tras las sombras se ocultan
queriendo lo que, ya, es mío.
Porque
un día “sí”, dijiste
y te entregué por respuesta:
“Hasta el fin he de amarte.
Aunque mi alma esté muerta;
aunque todo cuanto existe,
toda la vida, perezca”.
Desde
entonces soy guardián
de ese amor que fue quimera.
Sin otra ilusión ni afán
que el de aquella vez primera
en que tus ojos, tu mirar,
borraron todas mis penas.
Y,
en esa guardia diaria,
como quien sus armas vela,
pasan volando mis horas
mientras me quedo a tu vera,
contando cada minuto,
armado
de paciente espera.
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