Morían las
olas en la orilla
borrando mis
huellas
mientras la
brisa
salpicaba mi
rostro.
En la playa desierta
estábamos
solos, tu y yo.
Tú en mi
pensamiento.
La mar jugaba
con los
guijarros y conchas
haciéndolos
rodar por la arena
que las
algas teñían de verde y ocre.
El cielo, que amenazaba tormenta,
se tornaba
de color gris
y algunas
gaviotas se mecían
en las alas
del viento.
Cuando miré hacia atrás
nada quedaba
de mi paso
sobre la
arena.
Pensé en ti y, al menos,
pude
recordarte
y recordar
aquella vez,
cuando
retozamos
junto a la orilla.
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