A fuerza de
querer vivir
muero un poco
cada día
y, aunque lo
puedo sentir,
procuro primero
cumplir
cuanto, antes,
prometía.
Porque adquirí
compromisos
y en ellos di mi
palabra.
En ocasiones, a
amigos,
que fueron, de
ello, testigos
y no les fallaré
por nada.
El viento, que
barre las palabras
como las hojas
caídas
y las lleva a
los rincones,
nada sabe de
emociones,
nada del alma
que olvida.
Nada y, si lo
sabe, calla…calla…
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