Dicen
que el escritor
derrama sobre el papel,
con más o menos acierto,
retazos de su alma y vida,
de sus temores y miedos,
dejando escritos también
secretos amores y anhelos.
Dicen
que el escritor
cuando maneja la pluma
puede ser caballero y señor,
ser orador de tribuna
o simple villano traidor,
que arroja rabia y rencor
sobre cualquier criatura.
Dicen
que el escritor
mira la flor más discreta,
realza su aroma y color
y, con tan sólo cuatro letras,
la convierte en un primor,
en un mensaje de amor
o
en un regalo de fiesta
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