Apenas, con solo
un chasquido
los remos, al cortar el agua,
rompían por un momento
aquel silencio y la calma.
Rostros curtidos, serios,
ansiosos, hacia el puerto miraban.
En las sombras,
otros ojos
fijos en la mar estaban.
¿Volverá mi marinero?
¿Estará esta noche en mi cama?
Eran, sí, los pensamientos
de aquellas mujeres bravas.
Sus cabelleras, al viento,
como banderas, ondeaban
y en sus manos un rosario
cuyas cuentas desgranaban.
Alguien empezó a
contar:
Uno, dos, tres…¡los ocho vienen!
entre suspiros se palpa
el alivio que sienten
al tener el hombre en casa.
Se alzan los
brazos al aire,
pañuelos blancos se alzan
agitándose en la noche
queriendo tornarla blanca.
La luna, que asoma apenas,
sonríe, se oculta y calla.
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