El
Sol asomaba su rostro;
las nubes, cuando podían,
acechaban sus pasos
en aquél cálido Agosto.
La
arena, en la playa desierta,
a caballo de la brisa
desperezaba su siesta.
Y
yo, cuando salía,
caminaba a lo lejos
sin rumbo ni guía.
Saludaba
al Sol.
El me respondía,
con sus cálidos rayos,
en la playa vacía.
(Extraído de "Poemas para un cumpleaños especial")
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